Hablar, sin ninguna finalidad, es distraer la perdiz. Hablemos con una finalidad, por un objetivo, por un progreso, por cambiar aquello que está mal. Hablar es necesario, pero está demás cuando no solucionamos nada con ello. Por eso sino hay de que hablar es mejor callar, ya que si hablamos por hablar nadie al final nos creerá.